El origen del turrón, salpicado de leyendas, ha sido reclamado por diversos pueblos en busca de glorias gastronómicas. La larga vida del turrón atraviesa la historia durante siglos. Como un personaje de novela, el turrón nació en algún lugar del Mediterráneo. Poco a poco fue modelando su identidad. Creció su fama, viajó por los cinco continentes, y llegó hasta los Palacios Reales de España y Europa.
Unos orígenes muy antiguos
Esa vida de novela, tan intensa, la vivieron junto él los hombre y mujeres de Huesca, que desafiaron al frío y cruzaron comarcas, porque confiaban en la calidad del producto que hacían con sus manos. El que hoy pervive como auténtico y genuino turrón artesanal de los Pirineos.
Hay quien defiende que el más remoto antepasado del turrón conoció las olimpiadas griegas. Lo más probable es que la costumbre de mezclar almendras tostadas con miel la trajeran los árabes o los judíos a España. Y en España, las comarcas oscenses han sido un lugar ancestral de cultivo de almendros y recolección de miel de tomillo y romero.
A mediados del s. XVI, la popularidad del turrón es tal, que llega hasta el teatro. El sevillano López de Rueda, en uno de sus pasos, crea una trama en torno a la desaparición de una libra de turrones.
Consagrado en todos los estamentos de la época
De Felipe II se dice que con él se introdujo el turrón en la Corte cada Navidad. En estos años, el dispendio de dinero público que las autoridades provocaban regalando turrón a gestores y abogados, hizo intervenir al propio Felipe II, quien firmó una carta el 25 de octubre de 1595 en que se detallaba que “en turrón y pan de higos para presentar la Navidad, prohíbo y mando que no pueda gastar ninguna ciudad más de ciento cincuenta libras cada año”.
En la Edad Media, los aragoneses realizaron su gran aportación a la historia del turrón: la creación del turrón de guirlache. La palabra guirlache proviene del francés “grillage”, en referencia a “algo tostado”, en este caso, la almendra. La elaboración de este turrón establece un equilibrio armónico entre las almendras peladas y tostadas y el azúcar.
El turrón negro o turrón de guirlache
Ya en el s. XIX, este producto seguía resultando absolutamente nuevo y distinto a todos los demás turrones. Los turroneros de Huesca, como la Pastelería Puyet, naturales de Graus, recorrieron España como feriantes. Viajaban en lo más frío del otoño, tirando de mulas cargadas con el género, y las cuatro maderas con las que montaban después la parada. La instalaban en escogidos zaguanes de casas cercanas a la plaza mayor de la población, o en calles muy transitadas.
Al dueño del inmueble le pagaban los cuartos convenidos, y a los niños del vecindario les regalaban unas cajitas de turrón. Su buen nombre y fama se fue extendiendo por toda la península, como la pólvora, y pronto el “turrón de guirlache” o “turrón negro” de Aragón, resonaba por muchos hogares españoles.
Revive los sabores de la antigüedad con nuestra selección de turrones artesanales
A lo largo del s. XX, las campañas publicitarias del turrón, por estar asociadas a la Navidad, tuvieron un gran impacto sentimental en la sociedad española, especialmente a partir de la llegada de la televisión. Hoy en día, no tenéis porqué renunciar a este sabor, tan tradicional y tan delicioso. Un placer gastronómico de la antigüedad, que pasteleros artesanales como turrones Puyet sigue llevando a tu mesa cada Navidad.
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